escasez de chips

La crisis de los chips vista desde todos los frentes

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EEUU, China, autos eléctricos o bitcoins. Los semiconductores son el cuarto producto más comerciado del mundo. Primero está el petróleo crudo, luego el petróleo refinado y en tercer lugar la industria automotriz. Pero los chips, pese a estar detrás de esas industrias, son parte crucial de todo el entramado industrial del mundo moderno. Un desequilibrio en la cadena de producción y distribución puede generar un enorme desabastecimiento, y eso es justamente lo que está pasando.

Todos los caminos conducen a la crisis

Al asumir Joe Biden como presidente de los Estados Unidos, uno de los primeros problemas que debió atender fue la guerra comercial mantenida con China, fogoneada por Trump y padecida por el comercio mundial. Si bien el tema ha estado en agenda en gran parte de los medios, poco se ha interiorizado en la problemática, que gira en gran parte en torno a la producción y distribución de semiconductores, es decir, los chips que están detrás de prácticamente toda la industria y economía global.

La fabricación de circuitos integrados y semiconductores requiere de un complejo proceso de extracción de minerales llamados “tierras raras” que son mayormente extraídos y procesados por China. El gigante asiático monopoliza un 40% de la producción mundial de estos minerales y juega un rol sumamente importante en la cadena productiva de los chips, que están presentes en prácticamente todo el entramado industrial, desde cualquier tipo de computadora (celulares, tablets, laptops o PCs) pasando por la industria automotriz, la producción de energía, las antenas de telefonía, los equipos de comunicación o incluso muchos electrodomésticos de la última época. Todo tiene algún tipo de semiconductor necesario para su funcionamiento.

Pasada la primera década del tercer milenio, la demanda mundial de semiconductores comenzó a dispararse por una multiplicidad de factores, todos relacionados entre sí y difíciles de comprender de manera aislada. Sin embargo, no hay dudas de que el surgimiento de los nuevos grandes tecnológicos es lo que motorizó una nueva necesidad de fabricar más dispositivos. Con la aparición de los smartphones se avanzó aún más sobre la miniaturización de los semiconductores, para ponerlos en cuanto objeto pudieran entrar. Todo el entramado de nuestras vidas digitales sucede a través de millones de dispositivos conectados entre sí gracias a antenas y equipos de telefonía y comunicación. Con el surgimiento del 5G, los dispositivos comenzaron a renovarse ya que se requieren más chips para poder conectarse a esa red. Si antes un teléfono con 4G necesitaba de dos o tres chips para manejar la conexión, con 5G se requerirán de hasta 8 chips para la misma tarea.

Pero la industria de la telefonía celular y las comunicaciones no son las únicas que están corriendo detrás de la producción. La industria automotriz, una de las más grandes del globo, que estuvo históricamente atada a los combustibles fósiles (no por nada lideran el podio de exportaciones mundiales) comenzaron en los años 2000 un meteórico camino de informatización de sus productos. Si en 2007 un 20% del costo de un auto estaba en su parte electrónica, en 2017 esa cifra sobrepasaba el 40%. La industria automotriz está pasando por un proceso de reconversión donde los países del primer mundo están migrando hacia los autos eléctricos que requieren aún más computadoras y, por consiguiente, chips y semiconductores. La demanda de autos eléctricos y baterías de litio no cesará y caminarán juntas; de hecho, se estima que el 90% de baterías de litio de la próxima década se utilizará para la industria automotriz.

A esta vorágine de consumo de semiconductores debemos sumarle también el minado de las criptomonedas. Debido a la masificación de esta práctica, se comenzaron a requerir más chips de video para resolver los complejos algoritmos de minado que requiere la red de bitcoin, llegando ahora al punto de producir chips específicos (llamados ASIC) para esa tarea. Estos sirven solamente para el minado y tienen una vida útil de apenas 1,29 años, muchísimo menor que cualquier celular o computadora del mercado. Esto implica fabricar aún más chips a un ritmo cada vez más veloz.

De dónde nacen los circuitos

Justamente es en la velocidad de la producción donde está una de las claves del problema. Fabricar semiconductores no es tan sencillo. No se puede simplemente “incrementar la producción” poniendo alguna máquina nueva o levantando una fábrica de cero. No sólo porque así no funciona esta industria, sino porque además, montar una planta de esas características demora al menos dos años y una inversión billonaria. Además, antes de empezar a pensar en un chip, hay que comprender que como todo producto industrial tiene sus orígenes en alguna materia prima.

En el caso de los semiconductores, son las llamadas “tierras raras” la materia prima a obtener. Estas son un conjunto de distintos minerales que se hallan en muy poca concentración en la tierra, por lo cual su extracción es muy compleja y su procesamiento aún más. Lleva varios meses hasta que el mineral se transforma en algo utilizable; además, como mencionamos previamente, gran parte de este proceso está dominado por China.

Pero ahí no culmina la cuestión sino que apenas comienza. El resto del ciclo productivo es complejo y totalmente global, diseminado entre fabricantes y distribuidores. Por un lado, la producción de semiconductores está cartelizado en un puñado de fabricantes que pueden ser contados con los dedos de las manos: Intel, TSMC o Qualcomm son sólo algunos de ellos. Al haber tan pocos productores, un aumento de la demanda conlleva a que las empresas no puedan producir la cantidad que la industria necesita. A esto hay que sumarle, además, el resto de la cadena de producción, porque de las fábricas de Intel o AMD salen “obleas de silicio” que luego son trasladadas a otras empresas que se encargan de “cortarlas” en chips individuales. Incluso la lógica misma del traslado de obleas tiene sus propias particularidades, pues algunas empresas se encargan del “embalaje” de chips para autos pero no de microprocesadores para celulares o laptops.

¿Oportuncrisis?

Recientemente, el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, estuvo reunido con los grandes de la industria electrónica y anunció un paquete de medidas sumamente interesante, ya que el gobierno Federal planea desembolsar la suma de 50 mil millones de dólares para apoyar la fabricación de chips. Esto forma parte de un plan mayor, donde el Estado invertirá 2 billones de dólares en el sector. Seguramente gran parte de ese dinero termine destinado a Intel u otras empresas, para que puedan montar mayor infraestructura para satisfacer la demanda de semiconductores. En el mundo de la pandemia, con la economía recién comenzando a remontar, la cuestión de los semiconductores no es un tema menor. Toda la industria automotriz global está afectada y frenó la producción, no porque no hayan compradores de autos sino lo contrario: se vendieron autos eléctricos que todavía no fueron fabricados. Para el gobierno de Estados Unidos la situación es muy complicada, ya que las automotrices siguen siendo parte crucial de la actividad económica del país.

Todo está lejos de tener un fin cercano. Entre las tensiones comerciales de China y Estados Unidos, la demanda ingente de la industria automotriz, el recambio que está trayendo el 5G y el minado de criptomonedas, el panorama parece ser más desalentador que nunca. La cadena de producción no puede ampliarse del día a la noche, menos en un mundo tan cambiante como el de los semiconductores, donde mientras las industrias tienen que ampliar su producción deben, a la vez, seguir con el desarrollo de nuevas tecnologías.

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